miércoles, 10 de junio de 2009

El cultivo al Nuevo Mundo

LA MIGRACIÓN DE “EL ÁRBOL” Volviendo a la historia, algunas versiones hablan de que fue en 1615 cuando llegó el primer envío de café—obviamente no germinable—a Europa, procedente de Turquía. Venecia, república qué en aquella época era una potencia en el Mediterráneo y tenía amplias relaciones—y disputas—con el imperio Otomano, fue la puerta de entrada. Tan pronto llegó a Roma la Iglesia lo condenó, pero al probarlo el Papa Clemente VII con un solo sorbo bastó para bendecir la bebida y así la importación tuvo vía libre. Por las mismas fechas los mercaderes Holandeses empezaron a considerar la posibilidad de cultivar y comerciar café y no veían porque razón lo árabes tenían que tener el monopolio. Siendo en aquella época; los Holandeses los mercaderes más activos de Europa no es sorprendente que para 1650 se establecieran plantaciones de cultivo de prueba en la colonia Holandesa de Java y de ahí—a principios del siglo XVIII—se trasladaron cafetos para trasplantarlos en el Jardín Botánico de Ámsterdam. Cuenta la historia que en el momento de la firma del tratado de Utrecht (1714), que ponía fin a la guerra de sucesión Española, el Burgomaestre de Ámsterdam regaló al Rey de Francia, Luis XIV, un árbol de café de cinco pies de alto que había crecido en el Jardín Botánico, por lo que “el Árbol”, como fue conocido el ejemplar fue recibido con grandes muestras de gratitud y respeto. Se plantó en el Jardín Des Plantes, donde se había construido especialmente un invernadero para él. Luis XIV acariciaba la secreta ambición de que “el Árbol” fuera el progenitor de las futuras plantaciones de café de las colonias Francesas; aunque muere en 1715, su deseo se hizo realidad pues inmediatamente qué “el Árbol” dio plantas; un oficial naval francés, Gabriel Mathieu de Clieu, decidido a llevar el cultivo del café al Nuevo Mundo; se hizo a la mar hacia las colonias Francesas del Caribe partiendo hacia la Isla de Martinica. Durante el viaje; su barco fue atacado por piratas. Luego de que el viaje estuvo lleno de peligros, dificultades, terribles tormentas y un sabotaje para destruir los cafetos, finalmente se quedó inmóvil en medio del océano por falta de viento durante muchos días. Aunque las provisiones de agua se habían agotado, de Clieu compartió su escasa ración con la única y preciada planta que quedó del sabotaje. Ambos milagrosamente sobrevivieron y cincuenta años después ya había millones de plantas en Martinica. De Clieu a la fecha de su muerte se le honró instalándolo en un Panteón al lado de notorios franceses y es considerado uno de los héroes más importantes en la historia del café. Por otro lado, no se sabe con certeza si los Holandeses fueron quienes introdujeron por primera vez el cultivo del café al Nuevo Mundo ya que un año después de que entregaran “el Árbol”, enviaron plantas de café a la Guyana Holandesa, hoy Surinam. Finalmente, por una o por otra razón los cafetos que partieron a la conquista de las Américas—a través de las colonias francesas y holandesas del continente—fueron originados por el Jardín Botánico de Ámsterdam: “El Vivero Universal del Café”.

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